VIENTO DE LEVANTE

Los toreros de Albacete

jueves, 15 de septiembre de 2022 · 07:38

Hace unos días, y coincidiendo casi con el primer aniversario de su muerte, se homenajeó en Albacete a Pedrés, el primer gran torero que tuvo esta tierra de toreros y el que marcó el camino a tantos como llegaron después.

Aunque Cándido Martínez “Mancheguito” fue el primer matador nacido en esta ciudad que alcanzó cierta fama y predicamento -y la alternativa, concedida por Fabrilo el 8 de septiembre de 1895, con Reverte y Bombita como testigos-, hubo que esperar más de medio siglo para que surgiese en esta tierra su primera gran figura. Que pudieron ser dos, puesto que la pareja Pedrés-Montero, en plena postguerra, levantaba pasiones y arrastraba a no poca gente. Minuto y Potaje, como así se conocía a aquellos dos toreros, con estilos completamente opuestos: tremendista y temerario el primero, artista y fino el segundo, parecían destinados a la gloria, pero, por esas cosas del destino y del toro, sólo llegó uno: Pedro Martínez “Pedrés”.

Ya de novillero tuvo mucho tirón, amplificado tras el gran éxito obtenido en su presentación en Las Ventas, pero fue a raíz de su alternativa, en Valencia, el 12 de octubre de 1952 y de manos de Litri, cuando su popularidad se disparó, siendo de los diestros punteros de aquellos años y presente en las principales ferias y plazas. Tras un par de idas y venidas, y comprobando siempre en sus reapariciones que gozaba del favor del público y la afición, se retiró definitivamente al terminar la campaña de 1965.

Como decía don Mariano Tomás Benítez, fue un torero “surco”, que trazó la senda por la que muchos transitaron tras él, siendo el más inmediato y destacado de ellos Manuel Jiménez “Chicuelo II”, cuyo valor y corazón eran inversamente proporcionales a su estatura. Diestro valiente y arrojado, enseguida caló entre sus paisanos y a renglón seguido en todo el mundo, que no podía creer que tras haberse jugado el tipo a diario ante los toros, un accidente de aviación acabase con su vida en un lugar tan poco taurino como Jamaica. Pero su aportación a la tauromaquia era ya imborrable.

Por entonces, primeros años sesenta, también destacaron tres toreros de corte totalmente distinto: el elegante y distinguido Manuel Amador, el pequeño y valentísimo Pepe Osuna y el sobrio y eficiente Cabañero, quienes dieron paso al que sería el hasta ahora más brillante diestro albacetense, Dámaso González, un portento de afición, entrega y pundonor cuyo temple hizo que pocos toros se le resistiesen. Fue la suya una carrera de largo recorrido, con más de 25 años de ejercicio y considerado ya como uno de los diestros principales del siglo XX.

Al mismo tiempo que Dámaso despuntaba, una pléyade de toreros locales le arropaba: Antonio Rojas, Sebastián Cortés, Ángel Rafael, Juan Martínez... todos dotados de magníficas condiciones y cualidades pero que no acabaron de romper. Sí que lo haría, ya en el tramo final de la centuria, Manuel Caballero, apadrinado por Dámaso, que se convertiría, además de en torero de ferias, en la tercera pata que sostenía la gran historia de la tauromaquia albacetense y era el más sobresaliente de otra buena colección de coetáneos, Rafael de la Viña, Manuel Amador hijo, cuya gran clase no acabó de cuajar, Manuel de Paz, Antón Cortés, etcétera. Pero la cantera sigue viva, y tras los intentos de Sergio Martínez, Andrés Palacios, Abraham Barragán, Juan Luis Rodríguez,?Perea... la responsabilidad recae ahora en Rubén Pinar y Sergio Serrano, así como en el inminente nuevo matador José Fernando Molina. Y, por supuesto, en esa flamante y pujante hornada de novilleros que, liderada por el nuevo Manuel Caballero, cuenta con gente como Sergio Felipe, Alejandro Peñaranda o los alumnos de la Escuela taurina municipal Pedro Monteagudo, Francisco José Mazo y muchos más que hacen que se asegure la continuidad en la tradición torera de esta tierra.