VIENTO DE LEVANTE

Orgullo y pasión

jueves, 3 de noviembre de 2022 · 08:23

Cuando la temporada española, a falta de algún festejo de última hora, ya es historia y llega la hora de balances, recopilaciones, resúmenes y recuentos, al margen de un saldo positivo, dos son los nombres propios que destacan en la misma: Morante de la Puebla y Roca Rey.

Aunque en ese histórico de los últimos nueve meses, esperanzador y de notable nivel en conjunto, muchos son los protagonistas que brillan con luz propia, sin duda lo más sobresaliente hay que anotarlo en la cuenta de Morante de la Puebla y Andrés Roca Rey. 

El torero sevillano, por números, acabó de líder indiscutible, como lo fue también el año anterior además por actitud y compromiso. Factores que en 2022 supo mantener invariables aunque al aumentar sensiblemente el número de actuaciones la repercusión y los triunfos, especialmente los rotundos, disminuyeron. Es cosa sabida de antiguo que la cantidad suele ser inversamente proporcional a la calidad. No obstante, en su haber quedan tardes para el recuerdo y momentos para las antologías. Madrid, Sevilla, especialmente su faena de la feria de San Miguel, Salamanca... dan fe y testimonio de la importancia de lo hecho por este diestro incomparable.

Roca Rey, por su parte, se convirtió en el gran triunfador y el matador más destacado, con diferencia, de un año en el que no faltó a ninguna de las grandes citas y en las que lució en todas. Bien pronto dejó claro que a su natural arrojo y desprecio por el riesgo había añadido un toreo mucho más depurado, más refinado y estilizado sin perder por ello su contundencia. Fue a partir de Bilbao, donde todo el mundo pudo ver y comprobar lo que es la grandeza del toreo y la inmensidad de un torero, cuando demarró y puso tierra de por medio con sus colegas, triunfando en prácticamente todas las plazas y ferias en las que se anunció. 

El diestro peruano, y este es un dato no menor precisamente, fue, además, el único que tuvo tirón suficiente para lograr él solo acabar con el papel, lo que le coloca ya como principal referencia de cara al próximo envite y quien hará y deshará carteles. Es el nuevo mandamás del toreo y  a su son bailarán sus pares.

A rebufo de estos dos principales, que representaron el orgullo torero y la pasión en el ruedo, El Juli peleó por no descolgarse y mantener su estatus. Su faena de Las Ventas en San Isidro marcó su cenit y sirvió para dejar claro que su capacidad y poderío siguen intactos a pesar de su ya muy larga trayectoria.

Tomás Rufo fue la gran sorpresa y la novedad de un año en el que también dejaron su tarjeta Ángel Téllez y Francisco de Manuel, si bien aquel no acabó luego de mantener el ritmo y este deberá refrendar ahora lo hecho en octubre. En este grupo de novedades hay que incluir a los nuevos alternativados, Diosleguarde, que ya se recupera de una espeluznante cogida, Isaac Fonseca y José Fernando Molina, a los que hay que esperar y dar margen de confianza. 

Daniel Luque, el tercero en discordia este año, Ginés Marín y Emilio de Justo, que remontó tras un brutal accidente a principio de campaña, mantienen su crédito -recuperado también por Román en el tramo final de su ejercicio- y diestros como por ejemplo Robleño, Sánchez Vara, Gómez Escorial, Adrián de Torres o Francisco José Espada siguieron haciendo méritos para que se les tenga más en cuenta. 

De los veteranos aguantó el tirón Ferrera y Ureña, al que le dio la espalda el sistema, reaccionó con casta. Urdiales siguió fiel a su estilo y filosofía, Rafaelillo pudo con lo que le echaron, Perera fue a saltos y Manzanares firmó una temporada de perfil bajo y trazo gris y a veces muy difuminado, mientras que los llamados a todo, Pablo Aguado y Juan Ortega, decepcionaron abiertamente y se incrustan de nuevo en ese pelotón intermedio de los que esperan -y desesperan- a que salga ese toro que tienen predestinado y les encumbre.