CAPOTAZO LARGO
La mala imagen
Se dice que “una imagen vale más que mil palabras”, y las imágenes de demasiados toros que están lidiándose últimamente en algunas plazas son vergonzosas, indignantes, dañinas para la tauromaquia. Imágenes en corridas televisadas que no se pueden esconder ni justificar. Animales sin remate y sin cara que le restan mérito y admiración a los toreros.
Porque el matador ha de ser el héroe que vence a la fiera, nunca el abusón que aparenta embaucar a una mascota. Cuando el espectador piensa que también él sería capaz de realizar aquello que está sucediendo en el ruedo, el toreo pierde su esencia y su sentido. Y eso está ocurriendo por culpa de las imágenes de astados sin ningún trapío y sin unas defensas mínimamente respetables.
Recuerdo la esperpéntica escena ocurrida en la plaza de Sanlúcar de Barrameda en 1994, cuando Manolo Morilla saltó a la arena para dar unos pases al toro de su poderdante Jesulín. Morilla era un hombre obeso, cojo y sin ninguna preparación taurina. Pero creyó que lo que hacía el diestro de Ubrique con aquellos animalitos era cosa sencilla. Así que tomó la muleta y salió al tercio de forma irresponsable. El apoderado resultó volteado en el segundo muletazo, por fortuna para él sin consecuencias, y el revolcón acabó siendo una suerte para la tauromaquia, porque si un hombre obeso, cojo y sin preparación hubiese sido capaz de torear, ¿qué valor tendrían los toreros?
Hay que convenir que cualquier astado puede provocar la peor de las fatalidades. Sólo cabe recordar que a Antonio Bienvenida lo mató una becerra. Pero el toreo debe huir de la falsa y perjudicial sensación de facilidad, algo que sólo se ahuyenta desde la seriedad e integridad del ganado que se lidia.
La criba que realizaron los criadores por culpa de la pandemia de Covid ha provocado una actual reducción de toros en el campo, y por tanto que hay menos para reseñar. Pero es que existen más de un millar de hierros de bravo donde elegir, y seguro que en las dehesas hay animales acordes a la categoría de cada plaza. No se trata de que los cuatreños de un coso de tercera luzcan el trapío de los de primera, simplemente de que salgan de toriles imponiendo respeto y confiriendo valía a cuanto se efectúa con ellos.
De toda la vida ha habido astados que se han lidiado a puerta cerrada o en festivales. Anunciarlos en una corrida no es decente, sino una falta de respeto al público, que sustenta el negocio con su dinero, y a la propia tauromaquia, por la que tantos hombres han dado su vida.
Parece obvio que, hablando en términos generales, esta temporada se ha bajado el listón de la presentación del ganado en todo tipo de recintos, también en Valencia, Sevilla y Madrid, pero el asunto parece estar poniéndose más que preocupante en los de menor repercusión, donde muchos aficionados se han declarado ofendidos. Si se decepciona a la clientela, o ésta deja de admirar a los toreros, el desenlace puede ser la desertización paulatina de los tendidos, o mutar de devoción para inclinarse por “la vaquilla del Gran Prix”, donde no faltan sobresaltos. En cualquier caso un resultado nefasto para la tauromaquia, a la que tantos antitaurinos atacan y tantos taurinos parecen no respetar.