PANTALLAZOS
Pelmazo
El momento cumbre del concurso de ganadería en Las Ventas hoy fue el tercio de varas del que cerró plaza. Un colorado de Pedraza de Yeltes, cuatreño (como todo el encierro), que, con sus 590 kilos, generosa medialuna y fiereza se llevó de calle la competencia. “Toro soñado en Madrid, clase, ritmo, transmisión…” presumió el ganadero Jesús Uranga en el micrófono de OneToro.
Momento cumbre, sí, cuando tras dos prontos ataques a galope desde los medios, y bravas peleas en el peto, Gómez del Pilar lo dejó casi en el platillo. Todos, presentes, televidentes, toreros y el picador José Manuel Sangüesa esperábamos ansiosos la hoy exótica tercera carga de largo. La prueba prístina de la casta. Listos estábamos. Y entonces, intempestivamente su señoría don José Luis González González, lanzó su inapelable pañuelo y cambió el tercio. Dejando a todo el mundo boquiabierto primero e indignado luego. El matador pidió la otra vara. Pero nada. Donde manda capitán no manda marinero.
Claro, se prendió la bronca que continuó hasta la salida. En pleno concurso de ganaderías el presidente, precisamente el presidente de la primera plaza del mundo, muestra no tener idea de qué se trataba la cosa y pega semejante petardo.
“Sombrero” sin enterarse del dislate siguió embistiendo codicioso a los banderilleros y al valeroso madrileño quien como en desagravio se le ofreció de rodillas en seis apretados derechazos redondos, dos de pecho y un desdén. Explosivo inicio de faena que no recibió toda la atención debida pues el iracundo coro de ¡Fuera! dominaba los oles.
Dos enervadas tandas de a siete por derecha con sus justos remates centraron a los protestantes en el ruedo. Bravo toro, exigente, digno, que descubría cada baja de autoridad o de firmeza, cotizando la brega. Naturales, trincheras, ayudados, trincheras y firmas ligados. Pelea, pelea. Con más emoción que pureza. Inversión de trastos, muleta en la derecha, espada en la izquierda, para cinco, molinete y forzado.
La estocada total, pero escupida no hizo mella y el aviso y el descabello a toro entero descalificaron. El arrastre se llevó gran ovación, el torero saludó y quiso darse la vuelta, pero los riguroso lo pararon. Alto ahí, Madrid es Madrid pese a sus presidentes, parecían decir.
Noe, afortunado en el sorteo, tuvo en el tercero “Manisero” de Victoriano del Río el otro enrazado. Lució por naturales, ofició a favor del toro, que brilló más en el último tercio que en los dos primeros. Tres pinchazos, dos avisos y estocada dejaron a todos pensando que de haber matado bien hubiese quizá cruzado Puerta grande. Casos se han visto.
Lo demás fue lo de menos con Serafín Marín y Rubén Pinar lidiando la mansedumbre y sosería de sus lotes. La gente amable y comprensiva con el catalán y todo lo contrario con el albaceteño al que cargaron las culpas del de José Escolar. Lo resintió en el callejón. Es imposible, me brindo entero, pero no, dijo entrecortado.