PANTALLAZOS

Roca desata instintos

jueves, 25 de mayo de 2023 · 23:05

14ª de San Isidro. Previo al baile de corrales, por coincidencia con el cartel de figuras, la corrida quedó de tres hierros que después con el segundo bis fueron cuatro: Ventana del Puerto, tercero, cuarto y sexto, Puerto de San Lorenzo segundo y quinto, Valdefresno primero, y el primer reserva de El Vellosino.

El inri de tan variado conjunto fue su falta de fuerza y fondo que abortó las intenciones de embestir en la mayoría. El de la tarde fue el quinto, “Cigarro”, negro listón, cinqueño. Se tuvo hasta el final de una gran faena diestra, no ligada por el izquierdo. Emilio de Justo, la pinchó, y la estocada caída descalificó para pelo, en opinión de tendido y palco.   Manzanares, con algo de su real displicencia, se dignó brindar dosificada belleza con el capote y una tanda de cinco derechas, molinete y pecho abriendo la corrida. Luego, vencido por las dificultades, derivó lejos de sus mejores días.

El otro que no se rindió, aunque blandeó en los primeros tercios y comienzo del último fue el tercero, pero que templado, se repuso y llegó hasta el final. Durante su lidia, la prejuiciada hostilidad de un sector al torero limeño y por contra el apoyo del otro mayor, llegaron a enfrentarse, visceralmente, como en épocas de grandes apasionamientos taurinos. Las viejas crónicas lo cuentan.

En el ruedo, Roca Rey frente al viento y a las asperezas defensivas del ventanero se plantaba y se quedaba, sin dejar tocar la baja muleta, en cuatro tandas diestras de cinco y seis con sus abrochados remates, al son de ovaciones y reniegos. Los instintos bullían. La plaza era un caldero. Por naturales ya no fue lo mismo, la muleta ollada y la secuencia interrupta. Volvió entonces la lidia por el otro pitón y reaparecieron temple, ligazón, mando, trazo y aclamaciones. Las cinco bernadinas del epílogo estrujaron los nervios. En cercanías, frontales, cambiando a medio camino la dirección del toro y rematadas con el de pecho mirando al polarizado tendido. Qué lío.

En esas sonó el aviso, entonces igualó sereno, se tiró francamente, y dio en hueso. Unos celebraron otros malhayaron. Luego la estocada total, desprendida, rodó al toro sin puntilla bajo el estribo. Silenciaron el arrastre y ovacionaron al torero que contestó mano en alto desde el callejón declinando salir al tercio, quizá para no dejarse faltar al respeto de la claque adversa. Con el manso sexto, porfía estéril.

Esta fue la corrida que primero agotó la boletería una vez puesta en la calle. Roca Rey era el reclamo. No triunfó. No abrió la Puerta Grande como se le supone obligación, pero el turbión de pasiones que desata en las plazas con su torero es imposible de negar. En buena medida el repunte taquillero de la fiesta en la postpandemia se debe a como impacta su toreo al subconsciente de las masas. Quieran que no, es así.